Un enjambre de ciegos, es la gente,
aunque ninguno lleva lazarillo.
Solitario, sentado está el chiquillo
con tristes ojos lánguidos, ausente.
Su mirada se pierde; indiferente,
a esa gente que pasa, en su mundillo,
presumiendo ostentosa, con un brillo
que se le hace de a ratos imponente.
Esbelta, como un hada, pasa ufana,
una mujer que lo ha despabilado,
al darle una moneda con desgana,
y casi sin mirar, ya se ha marchado.
El pone la moneda en un bolsillo,
mezclada con un pan que se desgrana.
"Veinte Poemas Urbanos"
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