Copyright: Edgardo Donato Díaz

miércoles, 23 de agosto de 2006

Pasión Gitana









Entraste, como la luna,
por la ventana a mi cuarto,
con el raso de tu piel
de fino tono dorado
excitando cien lebreles
en mi pecho alborotado
que sucumbió ante el embrujo
de tu aliento perfumado.


Se pegó a tu piel de almendras
mi lecho, y apasionado,
se embriagó con los rocíos
de tus senos afiebrados,
cuando llenaban la noche
los grillos, con cantos vanos
y la lejana cadencia
del violín de aquel gitano.


Danzaron pues nuestros vientres
sublime danza, profanos,
agitando cascabeles
de cien corceles alados
hasta que la buena luna,
silente se fue marchando
y el alba nos sorprendía,
con el sol que iba asomando.


Y furtiva te marchaste,
como la luna, del cuarto
dejándome tus aromas
y el lecho desarreglado,
cuando se adentraba el día
con ese sol embrujado,
que regaba en mi ventana
sus tibios rayos dorados.


Martirio han sido las noches
con grillos y cantos vanos,
clavándose cual puñales
en cada sueño profano...
¡Y calvario tus aromas!
¡Y el violín de aquel gitano!
Que cada noche en mi lecho
me dicen que te has marchado.







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